martes, 30 de marzo de 2010

Mi visión de la realidad gastronómica de este país

Hoy escribo porque creo que se está olvidando que la cocina pertenece al pueblo.
La cocina es un libro lleno de ideas, de creatividad y de personalidad, es un cuaderno de historia que se puede comer y, desgraciadamente, eso se está perdiendo.
El cocinero está empezando a ser una figura de marketing, el medio por el cual se publicita y se obtienen beneficios ¿y las recetas? ¿y el producto? La realidad es que la cocina de autor ha dejado de ser cocina y ha empezado a ser un engaño, un negocio.

Todos conocemos a Martín Berasategui, por ejemplo, pero ¿alguien podría decirme qué cocina; cuál es su especialidad? Sin embargo todos reconocemos su cara y su firma de salir en los medios o de regalar una cubertería en algún banco. Todos sabemos también quién es Ferrán Adriá, pero seamos realistas, es famoso sobre todo porque vende y vende su cara por la televisión, por los periódicos y revistas, porque paga a Matt Groening (creador de Los Simpsons) para que le haga una caricatura amarilla para vender mejor su último libro. Ferrán no es cocina, es una imagen, como la de Nike o Adidas. Realmente a nadie le importa si las zapatillas Nike son buenas o no, o si están fabricadas legalmente, pero todo el mundo quiere tener unas. Recuerdo que hace unos años, en el programa Lo + Plus le pidieron hacer una tortilla francesa y se negó, pero sí que supo hacer una espuma de café que no es más que meter nata y café en un sifón (un aparato que ya existía mucho antes que su fama). A eso me refiero. Las escuelas de hostelería no enseñan la base y la historia de nuestra gastronomía, sino a combinar sabores sin sentido para llamar la atención. Estos cocineros "estrella" deberían luchar por mejorar la situación laboral de los cocineros de este país en vez de explotarlos en sus restaurantes, deberían luchar para que no se perdiese la maravillosa historia de la cocina y, en cambio, lo único que hacen es engordar sus bolsillos convirtiéndose en imagen de supermercados o de repostería industrial.

Qué pena... me siento verdaderamente triste porque yo soy cocinera y lo seré siempre, y me da un vuelco el corazón al saber que el cocinero más famoso de este país escribió el prólogo de un libro de historia de la cocina en el que había más de un fallo del estilo de confundir a Bartolomeo Scappi con Bartolomeo Sacchi, o al saber que sus restaurantes se abastecen de miles de profesionales que trabajan sin cobrar y sin más que un contrato verbal con sus escuelas de hostelería.

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